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Domingo IV de Pascua

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(682 526) Jn 10,1-10 Códice Beza

(Parábola del pastor y las ovejas dirigida por Jesús a los fariseos:)

10,1 «En verdad, en verdad os digo:[1] el que no entra por la puerta al atrio[2] de las ovejas, sino que sube por otro lado,[3] este es un ladrón y un salteador; 2 en cambio, el que entra por la puerta, este es el pastor de las ovejas. 3A este el portero le abre, y las ovejas escuchan su voz; llama a las ovejas que le son propias[4] por su nombre y las hace salir. 4Y, cuando ha sacado a todas las que le son propias, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz;[5] 5 a un extraño, en cambio, no le seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»

6Esta parábola les expuso Jesús, pero ellos no comprendieron de qué cosas les hablaba. 7Nuevamente, pues, Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: Yo Soy la puerta de las ovejas. 8Cuantos[6] vinieron antes de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no los escucharon. 9Yo Soy la puerta: si uno entra a través de mí, se salvará; entrará y sal­drá y encontrará pasto. 10 El ladrón no viene sino a robar, sacrificar[7] y destruir; yo, en cambio,[8] he venido para que tengan vida.»[9]

El que entra por la puerta al atrio de las ovejas, ese es el pastor de las ovejas

La parábola del pastor y las ovejas que Jesús ha hecho suya constituye la respuesta que lanza a los fariseos que le habían cuestionado su proceder, en un día de reposo sabá­tico, día en que había hecho fango y había abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Para entender el abasto de la parábola, la debemos situar en el marco del Templo de Jerusalén, donde había una puerta, llamada la Ovejera (Jn 5,2), por donde introducían las ovejas destinadas a los sacrificios. En esta «puerta» había un «portero», que hasta aquel momento no había dejado entrar jamás a nadie, ya que, cuando les solicitaba el santo y seña, le respondían siempre que venían a sacrificarlas. Pero, cuando, ha llegado Jesús y le ha declarado que venía a dar la vida por sus ovejas, «a este el portero le abre, y las ovejas escuchan su voz». Había dos maneras de acceder a las ovejas: entrando por la puerta o saltando por algún otro lado, como hacen los ladrones y salteadores. Jesús, apenas el portero le ha dejado entrar, «llama a las ovejas que le son propias por su nombre». No todas las ovejas tienen nombre, solo las suyas, las que han ido toman­do consciencia de que son personas. «Y las hace salir» del «atrio del sumo sacer­dote» (Jn 18,15; Mc 14,54 y par.), para darles plena libertad. Jesús aún va más allá. Emplean­do dos veces el nombre de Yahveh, «Jo Soy la puerta de las ovejas», califica de «ladrones y salteadores a cuantos han llegado antes que él, pero las ovejas no los escucharon». Y da un nuevo paso: «Cuando ha sacado a todas las que le son propias, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz; a un extraño, en cambio, no le seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» Jesús se lleva sus ovejas a un campo abierto, sin rediles ni cercas, donde él es «la Puerta» a través de la cual entrarán y saldrán las personas libres y encontrarán pas­tos. A diferencia de «el ladrón que no viene sino a robar, sacrificar y destruir; yo, en cambio, he venido para que tengan vida».

Josep Rius-Camps
​Teólogo y biblista


[1] Les dos veces que Jesús emplea esta doble fórmula de afirmación, anticipa el pronombre, poniendo énfasis en las personas, los fariseos, a quienes se dirige; el Códice Vaticano, apoyado la primera vez por un manuscrito minúsculo y la segunda por el Códice Corideti que se encuentra en Tiflis, capital de la Georgia, invierte los términos las dos veces, dándole gran solemnidad al dicho de Jesús: «En verdad, en verdad digo a vosotros.»

[2] El termino aulê, «atrio», lo emplean tanto los Sinópticos (Mt 26,3.58.69; Mc 14,54.66; 15,1 D.16; Lc 11,21; 22,55) como Juan (Jn 18,15) para designar «el atrio del sumo sacerdote», Anás, a donde llevaron a Jesús atado.

[3] El Códice Beza es el único manuscrito que anticipa el adverbio «por otro lado» al verbo «subir», dándole mucha importancia: los dirigentes judíos sabían muy bien que «el portero» que guarda el atrio de las ovejas, cuando les pidiera el santo y seña, y ellos respondieran que venían a sacrificarlas, no les dejaría entrar por la puerta; de aquí que «suban» al Templo «por otro lado», por done acceden los sumos sacerdo­tes cuando van a sacrificarlas, como los identificará Jesús en la explicación de la parábola: «El ladrón no viene sino a robar, sacrificar y destruir.»

[4] Nuevamente, con un cambio de orden inusual, el Códice Beza subraya quienes son las ovejas que son propie­dad del pastor, a saber, las que tienen nombre.

[5] Por cuarta vez, en este pasaje tan breve, el Códice Beza anticipa el pronombre, «su voz», la del pastor que las conoce por su nombre y que ellas, al reconocerlo, se ponen a seguirlo.

[6] El texto usual implica a todos los anteriores dirigentes, «todos cuantos», sin excepción; Jesús no absolu­tiza el número de los que llegaron antes que él.

[7] Con frecuencia los traductores no respetan el sentido fuerte del verbo griego thyein, «sacrificar, ofrecer en sacrificio», tan solo analógicamente «degollar, matar», y traducen simplemente por «matar». El contexto, «atrio de las ovejas», «puerta de las ovejas» (ver «la Ovejera» de Jn 5,2), «portero», responsable de vigilar para que no roben las ovejas y las destinen a ser sacrificadas en el Templo, exige que se respete este sentido peculiar del verbo.

[8] Tan solo el Códice Beza emplea la partícula conectiva adversativa, contraponiendo la actitud de Jesús a la del ladrón.

[9] El Códice Beza, reforzado por el Papiro 66 y algún manuscrito minúsculo, no comparte esta glosa: «y la tengan en abundancia», que consta en todos los otros manuscritos. 

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