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Mt 10,26-33

Arthur Poulin arthur-poulin-NhU0nUR7920-unsplash

(689 533) Mt 10,26-33 Códice Beza

10,26No tengáis miedo de todos ellos[1], porque no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni nada escondido que no se haya de saber; 27 lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz, y lo que escucháis al oído, id a proclamarlo por los terrados; 28 y no tengáis miedo de los que matan el cuerpo, pero no pueden inmolar[2] el alma; antes bien tened miedo de aquel que puede hacer perder en la gehena tanto el alma como el cuerpo. 29 ¿No se venden dos gorriones por diez céntimos?, y ninguno de ellos cae en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre; 30 más aún, incluso todos los cabellos de vuestra cabeza están contados. 31Por tanto, dejad de tener miedo, vosotros valéis más que muchos pardillos. 32A todo aquel, pues, que me reconozca ante los hombres, también yo le reconoceré ante mi Padre que está en los cielos; 33 pero a quien me niegue ante los hombres, también yo le negaré ante mi Padre que está en los cielos.

No tengáis miedo de los que matan el cuerpo,pero no pueden inmolar el alma

Jesús acaba de elegir a los Doce, a fin de desarrollar la función que el Padre le había encomen­dado de ser el Mesías que había de reunir las doce tribus de Israel. Les advierte que sufrirán persecuciones a causa de la manera en cómo él está decidido a llevar a término su encargo. La invitación a la confianza que les da es válida también para nosotros en unos momentos en que el desconcierto se ha apoderado de una humanidad que hasta ahora vivía tan orgullosa y confiada en sus instituciones y en sus algoritmos. En el breve espacio de ocho versículos aparece cuatro veces la invitación a «no tener miedo». Les tres primeras, con una construcción que mira al futuro: «No tengáis miedo de todos ellos», de aquellos que «os entregarán a los tribunales del sanedrín y os azotarán en sus sinagogas» (v. 17); «no tengáis miedo de los que matan el cuerpo, pero no pueden inmolar el alma; antes bien tened miedo de aquel que puede hacer perder en la gehena tanto el alma como el cuerpo». La primera motivación, la fundamenta mediante cuatro referencias a las instrucciones que les acaba de impartir en privado y que a partir de ahora lo deberán proclamar: «porque no hay nada encu­bierto que no haya de ser descubierto, ni nada escondido que no se haya de saber; lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo a plena luz, y lo que escucháis al oído, id a proclamarlo por los terrados». La segunda es muy liberadora: en nombre de su religión pueden mataros, pero vuestra vida no la pueden inmolar en sacrificios. La tercera es una advertencia: «antes bien tened miedo de aquel que puede hacer perder en la gehena tanto el alma como el cuerpo». La cuarta invitación, en cambio, mira al presente. Para avalarla, recurre a dos comprobaciones con las que les invita a confiar totalmente en el Padre: «¿No se venden dos gorriones por diez céntimos?, y ninguno de ellos cae en tierra sin el consenti­miento de vuestro Padre; más aún, incluso todos los cabellos de vuestra cabeza están contados. Por tanto, dejad de tener miedo, vosotros valéis más que muchos pardillos.» Y nosotros, ¿de qué hemos de tener miedo?

Josep Rius-Camps
​Teólogo y biblista


[1] «Guardaos de las personas que os entregarán al sanedrín y os azotarán en sus sinagogas» (Mt 10,17).

[2] Todos los manuscritos, excepto el Códice Beza, repiten en este versículo el verbo «matar». Beza, en cambio, emplea el verbo apokteinein cuando habla del «cuerpo» y el aoristo sphaxai cuando habla del alma» (sphazein, «degollar, inmolar, sacrificar», verbo empleado en el Apocalipsis en referencia al Cordero pascual: Ap 5,6.12; 13,8). Los dirigentes judíos (ver 10,17) no pueden «inmolar el alma», sinónimo de ‘vida’ para un judío, a la manera como «inmolan/sacrifican» los corderos en el Templo.

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