
(678 522) Mt 27,11-54 Códice Beza
27,11 Jesús compareció ante el gobernador y el gobernador lo interrogó diciendo: «¿Tu eres el rey de los judíos?». Jesús respondió: «Tu lo dices.» 12 Y mientras era acusado por los sumos sacerdotes y ancianos, no contestó nada. 13Entonces Pilato le dice: «¿No oyes cuantos testimonios gravísimos presentan contra ti?». 14Él no le respondió ni una palabra,[1] hasta el punto de que el gobernador se sorprendió muchísimo.
15Por la Fiesta,[2] el gobernador solía conceder a la multitud la libertad de un preso, el que quisieran. 16Tenían entonces un preso famoso, el llamado Barrabas.[3] 17 Una vez ellos se hubieron congregado, Pilato les dijo: «¿Quién queréis que os deje libre, a Barrabás o a Jesús, el llamado Ungido?». 18Es que sabía que lo habían entregado por envidia. 19 Estando él sentado en el tribunal, su mujer le envió a decir: «Desentiéndete del caso de este justo, porque hoy, en sueños, he sufrido mucho por su causa.» 20 Pero los sumos sacerdotes y los ancianos habían convencido a las multitudes, a fin de que reclamasen a Barrabás e hicieran perecer a Jesús. 21Así que el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos queréis que os deje libre?». Ellos respondieron: «¡A Barrabás!». 22 Pilato les preguntó: «¿Qué vamos a hacer,[4] pues, con Jesús, el llamado Ungido?». Todos dijeron: «¡Que sea crucificado!». 23El gobernador les replicó: «Pero ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaron aún con más fuerza diciendo: «¡Que sea crucificado!». 24Cuando Pilato se dio cuenta de que todo era inútil y que, al contrario, se iba formando un alboroto, pidió agua y se lavó las manos de cara a la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Vosotros veréis.» 25 Y, en respuesta, todo el pueblo dijo: «¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!». 26Entonces les soltó a Barrabás; a Jesús, en cambio, después de hacerlo azotar, se lo entregó para que lo crucificaran.
27Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús dentro del pretorio y congregaron a su alrededor a toda la cohorte. 28Lo vistieron con una vestimenta de púrpura y una clámide de color escarlata le pusieron encima;[5] 29 después trenzaron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza y, en la mano derecha, una caña. Arrodillándose delante de él, se mofaban de él diciendo: «¡Salve, rey de los judíos!», 30 le escupieron en la cara, tomaron la caña y le pegaban en la cabeza. 31Acabada la befa, le quitaron la clámide, le pusieron sus vestidos y se lo llevaron para crucificarlo.
32Al salir, encontraron a un hombre cirenense que venía al encuentro de él, de nombre Simón;[6] a este, lo forzaron a llevar su cruz. 33Cuando llegaron a un lugar que se llama Gólgota, que es «el Lugar de la Calavera», 34 le dieron de beber vino mezclado con hiel; lo probó y no lo quiso beber. 35Después de crucificarlo, se repartieron sus vestidos, echándolos a suerte. 36Y se quedaron sentados allá custodiándolo. 37Sobre su cabeza habían puesto escrita la causa de su condena: «este es jesús, el rey de los judíos.» 38 Al mismo tiempo crucifican con él a dos malhechores, uno a la derecha y el otro a la izquierda.
39Los que pasaban por allí le injuriaban, moviendo la cabeza 40 y diciendo: «¡Ah, tu que ibas a destruir el Santuario y reconstruirlo en tres días, sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!». 41De forma semejante también los sumos sacerdotes, junto con los letrados y fariseos, hacían mofa diciendo: 42 «A otros ha salvado, a sí mismo no se puede salvar. Es rey de Israel; ¡que baje ahora de la cruz y le creeremos! 43Si tiene puesta su confianza en Dios, ¡que le libre ahora, si tanto lo quiere, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”!». 44De la misma manera le insultaban también los malhechores que estaban crucificados con él.
45Desde la hora sexta, se hizo tiniebla sobre toda la tierra hasta la hora nona. 46Hacia la hora nona, clamó Jesús con voz muy fuerte: «Elí, Elí, ¿lema sabactani?», esto es, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». 47Algunos de los allí presentes, al oírlo iban diciendo: «Este llama a Elías.» 48 Y enseguida, uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, sujetándola a una caña, le daba de beber. 49Pero los otros decían: «Deja, vamos a ver si viene Elías a salvarlo.»[7] 50 Pero Jesús, habiendo gritado nuevamente con voz muy fuerte, exhaló el espíritu.
51Entonces la cortina del Santuario se rasgó en dos partes, de arriba a abajo; la tierra tembló y las rocas se quebraron, 52 las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto se levantaron, 53 y habiendo salido de las tumbas, después de su resurrección fueron a la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. 54El centurión y los que en compañía suya custodiaban a Jesús, viendo el terremoto y lo que estaba pasando, tuvieron muchísimo miedo e iban diciendo: «Verdaderamente este era Hijo de Dios.»
Los soldados se mofaron de Jesús: «¡salve, rey de los judíos!», y Poncio Pilato lo entronizó para siempre en la cruz
Me centraré en la segunda parte de la Pasión según Mateo, limitándome a comentar algunas variantes textuales. El nombre del gobernador romano, ‘Poncio’, no se menciona aquí en los principales mss., pero Lucas lo nombrará dos veces (Lc 3,1; Hch 4,27). Al término del interrogatorio de Pilato, plagado de acusaciones gravísimas de los sumos sacerdotes y ancianos contra Jesús, este (según remarca el Códice Beza) «no le respondió ni una palabra»; el texto usual lo especifica: «no le respondió nada a ninguna acusación». La única respuesta que Jesús dio a Pilato cuando este le preguntó: «¿Tu eres el rey de los judíos?» es ambigua e incluye una cierta reserva: «Tu lo dices.» Pilato lo entenderá en sentido afirmativo, en el ámbito político; Jesús lo asume, pero lo entendió diversamente a partir de la experiencia del Espíritu que tuvo en el desierto en la otra orilla del Jordán. La estratagema de Pilato no le ha servido de nada: «¿A quién queréis que os deje libre, a Barrabás o a Jesús, el llamado Ungido?». Ellos respondieron: «¡A Barrabás!». Para salir de la situación, intenta involucrar a todo el auditorio: «¿Que vamos a hacer, pues, con Jesús, el llamado Ungido?». El texto usual lo pone en primera persona: «¿Qué voy a hacer con…?». En la escena del pretorio, los soldados romanos visten a Jesús con dos piezas: «lo vistieron con una vestimenta de púrpura y una clámide de color escarlata que le pusieron encima» (notad el quiasmo), la «purpura» formaba parte de la vestimenta real, la capa «escarlata» provenía de uno de los soldados de la cohorte. Con esta doble investidura, el Códice Beza insinúa el fin de la monarquía davídica y la apertura de Jesús al paganismo. El texto usual lo reduce a una sola. Aún otra perla de Beza: «encontraron a un hombre de Cirene que venía al encuentro de él (¡un discípulo de Jesús!), de nombre Simón», en total contraste con su homónimo Simón Pedro que alardeaba de ir a morir con él (Mt 26,35).
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista
[1] Dos variantes interconectadas: el Códice Beza acentúa, por un lado, la gravedad de las acusaciones y, de otra, realza la postura dignísima de Jesús, «no le respondió ni una palabra», mientras que el texto usual lo simplifica y, a continuación, especifica que «no le respondió nada sobre ninguna acusación».
[2] La presencia del artículo en el Códice Beza (exactamente como en Mc 15,6) indica que se trata de la Fiesta de Pascua y no de «Cada Fiesta», como traduce consecuentemente la Biblia de Jerusalén, ya que en la edición crítica de Nestle-Aland ni tan solo hay constancia de esta variante en ninguno de los dos evangelios.
[3] Según consta en numerosos mss. del área de Cesarea marítima, bien conocidos de Orígenes, ‘Barrabás’ no era su nombre, sino un sobrenombre; su nombre auténtico era ‘Jesús’, un nombre frecuente en el mundo judío, el mismo que el de ‘Jesús Mesías’. Se trataría posiblemente de un discípulo de Jesús que tenía el mismo nombre y era designado con un apodo parecido (‘Jesús Barrabás’, que traducido significa ‘hijo del Padre’) y que, como muchos otros, habría optado por la violencia. Ver Mc 15,7: «Había allí el llamado Barrabás, preso en compañía de los sediciosos quienes, durante la sedición, habían cometido un asesinato.» Según Lucas, la sedición habría tenido lugar en la ciudad de Jerusalén (Lc 23,19).
[4] Según el texto usual, Pilato lo considera como un asunto personal, «¿Qué voy a hacer con…», mientras que, según el Códice Beza, apoyado por las antiquísimas versiones latinas (Ítala), Pilato involucró a todo el auditorio, «¿Qué vamos a hacer…»
[5] El Códice Beza, apoyado por un ms. minúsculo, por las antiguas versiones latinas y la siríaca sinaítica, habla de dos vestidos: «Lo vistieron con una vestimenta de púrpura y una clámide de color escarlata le pusieron encima» (nótese el quiasmo), la ‘púrpura’ hace referencia al Mesías davídico definitivamente destronado, como reza el rótulo de la cruz, y el ‘color escarlata’, al manto de uno de los soldados que apunta ya a la entrada de los paganos. El texto usual habla de un solo vestido.
[6] Tan solo el Códice Beza, apoyado por la antigua versión Ítala y algunos manuscritos de la Vulgata, conserva el dato «que venía a su encuentro», un detalle que revela que era discípulo de Jesús y que lo relaciona con las doncellas que salieron al encuentro del Esposo y de la Esposa, de la parábola (Mt 25,1, Códice Beza: ver 25,6). Se trataría, según esto, de un discípulo de Jesús dispuesto a dar la cara por él.
[7] Los códices Vaticano y Sinaítico, con algunos otros, añaden: «Pero otro, habiendo cogido una lanza le traspasó el costado, y salió agua y sangre», tomado de Jn 19,34.





