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Domingo I de Cuaresma // Mc 1,12-15 Códice Beza

Foto de Kenny Eliason en Unsplash

(014 411 724) Mc 1,12-15 Códice Beza

1,12 Inmediatamente el Espíritu Santo lo expulsa[a] hacia el desierto. 13 Estuvo en el desierto días cuarenta[b] y era puesto a prueba por Satanás; estaba en compañía de las fieras, y los ángeles le servían.

14 Después que Juan fuera entregado, Jesús llegó a Galilea[c] y se puso a predicar la buena noticia del Reino de Dios, 15 decía: Se han completado los plazos[d] y se ha acercado el Reino de Dios: convertíos y tened fe en esta buena noticia.»

Jesús vive el desierto como el Paraíso

La Cuaresma se inicia siempre comentando las tentaciones de Jesús en el desierto. Este año litúrgico toca Mc 1,12-13, un relato brevísimo y muy denso, como corresponde a las escenas más importantes. La iniciativa de poner a prueba a Jesús en el desierto, el mismo desierto que atravesó el pueblo de Israel huyendo de la esclavitud de Egipto, la ha tomado ahora el Espíritu Santo: «Inmediatamente el Espíritu Santo lo expulsa hacia el desierto.» Lo «expulsa» al igual que Yahvé «expulsó a Adán» del paraíso (Gn 3,24, pri­mera mención en la Biblia): tiene prisa porque Jesús, que acaba de hacer la experiencia de ser él el Ungido, supere en el mismo desierto las pruebas que el pueblo de Israel fue incapaz de superar durante los cuarenta años que duró la travesía: Jesús «estaba en el desierto días cuarenta y era puesto a prueba por Satanás», con el énfasis puesto sobre la cifra «cuarenta», muy recalcada en la escena del diluvio (Gn 7,4.12.17, primera mención en la Biblia) y en los cuarenta años durante los cuales «los hijos de Israel comieron maná, hasta que llegaron a tierra habitada» (Ex 16,35). Marcos no describe las tres tentaciones, como harán Mateo y Lucas. Jesús ha transformado el desierto en un paraíso: «estaba en compañía de las fieras, y los ángeles le servían», evocación del ideal mesiánico anunciado por Is 11,6-9. Tanto «las fieras» como «los ángeles», con artículo determinado, son personas conocidas por sus oyentes/lectores: saben quienes son los que devoran los bienes de las viudas y de los huérfanos y quienes son los voluntarios que prestan servicios a la comunidad. «Las fieras» son los agentes de Satanás, los poderosos de este mundo que pretenden imponerle cómo debe presentarse ante Israel; Jesús no se ve afectado por su presencia y sale airoso. «Los ángeles» son las personas libres que se ponen a su servicio. Toda la vida pública de Jesús quedará enmarcada dentro de esta escena. La segunda escena ya la hemos comentado días atrás: Jesús «comienza a predicar la buena noticia del Reino de Dios» precisamente cuando «Juan fue entregado» a manos del poder.

Comentario bíblico:
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista


[a] El verbo ekballô es un término técnico. Para determinar exactamente el sentido, un buen rabí judío buscará siempre la primera mención en la Biblia, en nuestro caso la Biblia griega de los Setenta. Se nos presenta en la escena del paraíso, cuando el Señor Dios «expulsó a Adán y puso Querubines delate del paraíso de las delicias» (Gn 3,24 lxx). Traducirlo por empujar debilita el significado que le quiso dar el evangelista.

[b] La tradición manuscrita oscila entre el orden normal, cuarenta días (códices Sinaítico y Vaticano), y el enfatizado, días cuarenta (códices Beza y Alejandrino). La primera mención se encuentra en la escena del diluvio y, por cierto, muy recalcada en la pareja «cuarenta días y cuarenta noches» (Gn 7,4.12.17).

[c] Jesús, una vez ha superado todas las pruebas que Satanás, encarnación de todas «las fieras» del poder, le había preparado, gracias a los muchos «ángeles», personas libres, que se habían puesto a su servicio, entiende que, con el encarcelamiento de Juan Bautista, ha llegado el momento de iniciar la predicación de la buena noticia del Reino de Dios: «Se han completado los plazos y se ha acercado el Reino de Dios.»

[d] El plural kairoi del Códice Beza y de las antiguas versiones latinas, en lugar del singular kairos, en referencia al tiempo propicio o plazo fijado para que ocurra un gran acontecimiento, podría muy bien incluir tanto el tiempo propicio de Israel como el de las naciones paganas (ver Lc 21, 24: «hasta que se completen los plazos de los paganos»).

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