
(031 428 741) Mc 4,26-34 Códice Beza
4,26 Jesús proseguía diciendo: «Así se realiza el Reino de Dios: como si un hombre tirase una semilla en la tierra, 27 durmiera y se levantara, de noche y de día, y la semilla fuera germinando y creciendo, sin que él sepa 28 que la tierra va dando fruto por sí misma: primero briznas, después espigas, después el grano apretado dentro de la espiga. 29 Entonces, cuando entrega el fruto, en seguida envía la hoz, porque ya ha llegado el tiempo de la siega.»
30 Y continuaba diciendo: «¿A qué compararemos el Reino de Dios?, o bien: ¿Con que tipo de parábola lo parangonaremos?[a] 31 Es semejante a un grano de mostaza, que al sembrarlo sobre la tierra es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; 32 el arbusto crece[b] y se hace más alto que todas las hortalizas y echa ramas muy grandes, hasta el punto de que pueden, bajo su sombra, acampar los pájaros del cielo.»
33 Con muchas parábolas semejantes les exponía el mensaje, según eran capaces de escuchar. 34 Con todo, sin parábolas no les exponía nada; en privado, en cambio, las explicaba a sus discípulos.
Jesús compara el Reino de Dios a un grano de mostaza… y no ya a un cedro altivo del líbano
Después de exponer y de explicarnos la parábola del sembrador sobre la manera como hemos de escuchar el mensaje (Mc 4,3-20), Marcos nos propone hoy, en dos sucintas parábolas, la manera como Jesús entendía que se debía verificar el Reino de Dios. Su brevedad contrasta con la amplitud de la parábola del sembrador de la cual se sirvió a manera de prolegómenos. La parábola de la semilla que crece ella sola, «como si un hombre tirase una semilla en la tierra», desprendiéndose de ella, desmitifica todos nuestros afanes de sembrar, tan exacerbados con las nuevas tecnologías. Es la tierra, y no el hombre, la que tiene la fuerza para desarrollar el largo proceso del crecimiento. Eso sí, éste debe estar velando para que cuando llegue el momento de la siega no se malogren los frutos: «en seguida envía la hoz», como quien «envía» gente preparada para que recojan los frutos tan necesarios para los que han sido desposeídos de la tierra por quienes acumulan todo cuanto ambicionan.
La segunda parábola, precedida de dos preguntas, da tiempo a que el auditorio recuerde la historia de Israel y se dé cuenta de que, en lugar del altivo cedro del Líbano, que el Señor desgajó y plantó «en la cumbre de una gran montaña, en la excelsa montaña de Israel» (Ez 17,22-23 lxx), Jesús parangona el Reino de Dios a un grano de mostaza, «que al sembrarlo sobre la tierra es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra». Contrastándolo así con la altivez del «cedro majestuoso, bajo el cual se guarecerán tota clase de fieras y reposarán bajo su sombra todo tipo de pájaros», bajo la sombra del árbol de mostaza tan solo «acamparán los pájaros del cielo», las personas libres, y ya no las fieras.
Por lo que se ve, bien pronto no nos interesó esta parábola y adoptamos el lenguaje de los poderosos de la tierra, con sus símbolos basilicales y estructuras piramidales. Jesús, sin embargo, continúa exponiéndonos el mensaje «con muchas parábolas semejantes»; «en privado, en cambio, las explicaba a sus discípulos«, a quienes «fueran capaces de escuchar», a sus íntimos, precisa el códice Beza.
Comentario bíblico:
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista
[a] Como telón de fondo de la parábola del grano de mostaza convendría leer todo el cap.17 de Ezequiel, sobre todo los vv. 1-4 y 22-23. Podéis leer también la parábola del Faraón, cedro abatido: Ez 31,2-9.
[b] El texto usual retoma la frase que encabezaba el versículo anterior, «y cuando se siembra», y añade: «sube/crece».



