(034 431 744) Mc 6,1-6 Códice Beza

6,1 Salió de allí y se fue a su patria: sus discípulos le seguían. 2 Un día de sábado se puso a enseñar en la sinagoga. Muchos, al oírlo, impresionados por su enseñanza,[a] decían: «¿De dónde le viene a este todo eso?», y: «¿Qué clase de sabiduría le ha sido dada, para que también semejantes prodigios salgan de sus manos?», 3 «¿No es este el artesano,[b] el hijo de María[c] y el hermano de Santiago, Joseto, Judas y Simón? ¿No están también sus hermanas aquí entre nosotros?». Y se escandalizaban de él. 4 Jesús les repetía este dicho: «No hay ningún profeta que haya sido deshonrado, a no ser en su propia patria, entre sus parientes y en su propia comunidad.» 5 No pudo obrar allí ningún prodigio, tan solo a unos cuantos enfermos les impuso las manos y los curó. 6 Y se admiraba de la fe de estos.[d] Y se puso a recorrer las aldeas de las cercanías enseñando.
¿No es este el artesano, el hijo de María y el hermano de Santiago, Joseto, Judas y Simón?
Marcos considera sin más ni más Nazaret como la patria natal de Jesús. Hacía tiempo que no iba, y aprovecha un día que era sábado, para asistir a la sinagoga, como había hecho de joven, y se puso a enseñarlos. Su manera de enseñar, tan diferente de la del jefe de la sinagoga, produjo en muchos de ellos impresiones contradictorias. Marcos las describe utilizando tres intervenciones. Los primeros en intervenir lo hicieron despectivamente: «¿De donde le viene a este todo eso?». Lo conocían demasiado bien como «el artesano» del pueblo, el pequeño constructor que hacía todo tipo de casas trabajando la madera, la piedra y el yeso, como para que ahora les diera lecciones. En el centro Marcos ha puesto a los que se preguntan por la sabiduría que presuntamente le habría sido dada y que habría producido en Cafarnaún toda una serie de «prodigios que salían de sus manos». Unos terceros se refriegan los ojos y se preguntan incrédulos si realmente aquel a quien han invitado a enseñar en la sinagoga «no es el hijo de María y el hermano de Santiago, Joseto, Judas y Simón». Su padre, José, ya habría muerto. Formaba parte de una familia numerosa de cinco hermanos y otras tantas hermanas, cuyos nombres no se mencionaban en aquella época. Santiago será el que, años más tarde, tomará las riendas de la Iglesia de Jerusalén, una vez que Pedro haya abdicado, según revela Lucas en el segundo volumen (Hch 12,17). El escándalo que su llegada ha provocado en Nazaret fue mayúsculo. Jesús replica con un dicho: «No hay ningún profeta que haya sido deshonrado, a no ser en su patria, entre sus parientes y en su propia comunidad» familiar. A diferencia de lo que había hecho en Cafarnaún, en Nazaret «no pudo obrar allí ningún prodigio». Tan solo curó a unos cuantos enfermos que le prestaron personalmente su adhesión. De aquí que se admirase de la fe de estos, delante de la incredulidad general tanto entre los lugareños como entre sus familiares más próximos. Ante la incomprensión general, solo la enseñanza puede abrir una brecha.
Comentario bíblico:
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista
[a] Los códices Beza, Corideti y algunos minúsculos explicitan que fue su manera de enseñar lo que les causo tan profunda impresión. En la principal edición crítica moderna no se han dignado ni tan solo mencionar-lo en el aparato crítico, considerando que ya estaba implícito en la acción de «oírlo». Sin embargo, esta precisión, «su enseñanza», es la pieza clave parar dilucidar el tema central de la secuencia, enmarcada por la mención al principio y al final del verbo «enseñar».
[b] A Mateo le debería desagradar que Jesús fuera un «obrero artesano» y lo predica de su padre: «¿No es este el hijo del artesano?» (Mt 13,55).
[c] Los códices Vaticano, Sinaítico y otros muchos mss. unciales y cursivos conservan el art., «el hijo de la María», dejando entrever que la mayoría de los que escuchaban a Jesús en la sinagoga de Nazaret conocían muy bien quién era su madre; en cambio, los códices Beza, Sinaítico y muchos otros unciales y cursivos omiten el art., sin poner en resalte el nombre de su madre y sí, en cambio, los nombres de sus hermanos, «el hijo de María y el hermano de Santiago…»
[d] Salvo el Códice Beza, todos los manuscritos leen «la falta de fe/incredulidad de ellos». No tiene nada de extraño que, en consecuencia, el Vaticano y el Sinaítico cambien el tiempo imperfecto del verbo por el aoristo complexivo, «se admiró/se maravilló de su falta de fe/incredulidad».



