
(704 548) Mt 21,33-43 Códice Beza
(Jesús continúa interpelando a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:)
21,33Escuchad otra parábola: «Había un hombre amo de la casa que plantó una viña, la rodeó con una cerca, excavó en ella un lagar, edificó una torre de guardia, la arrendó a unos viñadores y se ausentó. 34Pero, cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus sirvientes a los viñadores, a fin de recibir sus frutos. 35Los viñadores, habiendo cogido a sus sirvientes, a uno lo apalearon, a otro lo mataron, a otro lo apedrearon. 36De nuevo, pues, envió a otros sirvientes, e hicieron con ellos lo mismo. 37Más tarde, sin embargo, les envió a su hijo diciéndose: “A mi hijo, lo respetarán.” 38 Pero, al ver los viñadores al hijo, se dijeron entre ellos: “Este es el heredero. Venga, matémoslo y quedémonos con su herencia.” 39 Y agarrándolo, lo mataron y lo sacaron fuera de la viña.[1] 40 “Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores?”. 41Le responden: “A esos miserables les dará una muerte miserable y arrendará la viña a otros viñadores que le reporten los frutos a su respectivo tiempo.” 42 Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en las Escrituras: ‘La piedra que los constructores rechazaron, esta ha llegado a ser la piedra angular? ¡De parte del Señor ha sucedido eso y es extraño a vuestros ojos!’”.[2] 43 Por eso os digo: “El Reino de Dios os será quitado, y será dado a un pueblo que lo haga fructificar.”»[3]
Lo mataron y lo sacaron fuera de la viña
Jesús continúa interpelando a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo aduciéndoles una segunda parábola, la de los viñadores homicidas. Se trata de una parábola entremezclada de trazos alegóricos donde cada trazo tiene su significado: el «hombre dueño de la casa» y «señor de la viña» es Dios; «la viña» es Israel, el primer pueblo elegido a quien se la arrendó para que le diese sus frutos; «los sirvientes», enviados unos tras otros, son los Profetas; «su hijo», Jesús, a quien «lo mataron y lo sacaron fuera de la viña», como conserva aún el Códice Beza, avalado por las antiguas versiones latinas e Ireneo, y no como reza el texto usual: «lo sacaron fuera de la viña y lo mataron», es decir, le dieron muerte fuera de las murallas de Jerusalén, una interpretación historicista que Lucas conscientemente hará suya en la Demostración a Teófilo, ex-sumo sacerdote. Los «viñadores» homicidas representan a los dirigentes religiosos («sumos sacerdotes») y políticos («ancianos del pueblo») del pueblo elegido; los «otros viñadores» a quienes «arrendará la viña» son ahora «los que le reportan los frutos a su respectivo tiempo», todas las personas libres que trabajan la tierra, la «nación que la hace fructificar». La «cerca», el «lagar» y la «torre de guardia» han sido destruidos; «la viña» ya no tiene fronteras: cuando, después de matarlo, «lo sacaron fuera de la viña», Jesús hizo que la viña extendiera sus sarmientos por todo nuestro planeta. El Dios Padre de Jesús, no guarda ningún tipo de venganza como hizo el «señor de la viña»: Jesús ha dejado de lado el lenguaje reivindicativo y ha hecho suyo el lenguaje del amor, del amor desinteresado, que Dios esperaba que algún día el Hijo del hombre, ya maduro, lleno de Espíritu Santo, llegara a expresar, encarnando enteramente su proyecto creador. Por eso el Códice Beza ha cambiado el tono del Salmo 117,23: «¡De parte del Señor ha sucedido eso y es extraño a vuestros ojos!», a los ojos de los dirigentes judíos y de todos los que pretenden aún hoy apoderarse de la viña.
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista
[1] La mayoría de manuscritos (entre ellos los códices Vaticano y Sinaítico) leen, cambiando el orden de las palabras: «lo sacaron fuera de la viña y lo mataron», como una especie de excomunión que culmina en la muerte. Como comentaré en la homilía, se ciñen al sentido histórico de los términos «sacar fuera» y «matar», como si fueran dos acciones consecutivas. El Códice Beza, avalado por un códice mayúsculo, las antiguas versiones latinas anteriores a la Vulgata, Ireneo y Lucífero de Cagliari, y siguiendo de cerca Mc 12,9 entiende que no se contentaron con la acción física de matarlo, sino que moralmente expulsaron su nombre fuera de Israel para que nadie pudiera reivindicar la herencia. Es el equivalente a una excomunión o a una declaración de alguien como hereje post mortem.
[2] El cambio del pronombre «nosotros» por «vosotros» del Salmo 117,23 lxx por el Códice Beza y otros manuscritos y antiguas versiones coptas, cambia el tono de la frase al tomar el termino griego thaumastós en mal sentido, anticipar el interrogante al término del versículo precedente y poner una admiración al final de este versículo (en la antigua escritura no había interrogantes ni admiraciones): «¡De parte del Señor ha sucedido eso y es extraño a vuestros ojos!”. Jesús, así, lo echaría en cara a los dirigentes de Israel.
[3] La mayoría de manuscritos (entre ellos los códices Vaticano y Sinaítico) añaden una glosa, tomada sin duda de Lc 20,18: «Todo el que caiga sobre aquella piedra será destrozado, pero sobre quien caiga, lo aplastará» (v. 44). El Leccionario litúrgico, con buen criterio, no la ha propuesto para la lectura de este domingo; nos ha escamoteado, sin embargo, la conclusión de las parábolas, donde se nos informa sobre quienes las estaban escuchando: «Al oír sus parábolas, los sumos sacerdotes y los fariseos comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataron de detenerlo, pero tuvieron miedo a las multitudes, porque lo tenían como un profeta» (vv. 45-46).



