
(020 417 730) Jn 20,1-10 Códice Beza
20,1 El primero de los sábados semanales, va María Magdalena de madrugada, cuando aún estaba oscuro, al sepulcro y observa que la losa había sido quitada lejos de la puerta[a] del sepulcro.
2 Se va, pues, corriendo a encontrar a Simón el Piedra y al otro Discípulo a quien Jesús amaba,[b] y les dice: «Se han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde lo han puesto.» 3 Entonces salió el Piedra y el otro Discípulo, y se encaminaron hacia el sepulcro. 4 Corrían los dos juntos, pero el otro Discípulo se adelantó corriendo más de prisa que el Piedra y llegó primero al sepulcro 5 y, habiéndose asomado, observó las sábanas puestas, sin embargo no entró. 6 Llega entonces Simón Pedro, que lo iba siguiendo;[c] entró en el sepulcro y contempla las sábanas bien puestas 7 y el sudario, que había sido puesto sobre la cabeza, no puesto juntamente con las sábanas, sino enrollado a parte en un Lugar singular.[d] 8 Entonces entró también el otro Discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó. 9 Es que hasta entonces no habían entendido la Escritura, a saber, que era preciso que él resucitase de entre los muertos. 10 Se fueron, pues, los discípulos nuevamente a sus respectivas casas.[e]
Simón el Piedra sigue los pasos del discípulo a quien Jesús amaba
En el evangelio de hoy aparecen tres personajes que desde tres ángulos diferentes describen todo el grupo de discípulos de Jesús enfrentados con una realidad que no tiene ninguna explicación racional ni apologética: el sepulcro vacío. María Magdalena, en representación del circulo femenino, ha estado presente en los momentos más críticos de la vida de Jesús: cerca de la cruz (Jn 19,25) y a la puerta del sepulcro (20,1); Simón Pedro, en representación del núcleo duro de los Doce, ausente en el Gólgota, fue el primero en entrar en el sepulcro vacío; finalmente, el Discípulo amado, nunca citado por su nombre, el autor del escrito conocido como Evangelio de Juan, presente al pie de la cruz acompañando a la madre de Jesús (19,26-27), fue testigo de la sangre y agua que salió del costado de Jesús (19,35) y el primero que creyó que Jesús había resucitado. María, al comprobar que la losa había sido removida «lejos de la puerta del sepulcro», dedujo que alguien se había llevado el cuerpo de Jesús. Se va, pues, corriendo a comunicárselo a Simón Pedro y al otro Discípulo a quien Jesús amaba. La diferencia en la manera de correr de uno y otro refleja su diferente estado de ánimo: Pedro va aún apesadumbrado por su triple negación; el Discípulo amado, impulsado por el gran amor que profesa a Jesús, «se adelantó corriendo más deprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro», pero no entró por deferencia hacia a Pedro. Un detalle que no ha de pasar desapercibido: Pedro se siente seguro «siguiendo» las huellas del Discípulo amado. Los dos contemplan lo mismo: «las sábanas bien puestas» simbolizan el tálamo nupcial preparado para las bodas; el «sudario», alejado del lecho nupcial, que había sido puesto «sobre la cabeza» de Jesús, se encuentra ahora «enrollado a parte en un Lugar singular». El Lugar por excelencia para a un judío era el Templo: la muerte, simbolizada por el sudario, envuelve por completo el Templo. De Simón Pedro no se dice que hubiera creído; del Discípulo amado se explicita: «vio y creyó». La creencia en la resurrección de entre los muertos empieza a abrirse paso.
Comentario bíblico:
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista
[a] El texto usual lee simplemente fuera del sepulcro,mientras que los códices Beza y Sinaítico, entre otros, leen lejos de la puerta del sepulcro.
[b] êgapa, impf., 1071, diligebat d (Códice Beza, folio latino [D lac.]. No hay constancia de esta variante en NA28, pero sí en la edición de R. Swanson, done figura el códice minúsculo 1071.
[c] El verbo «seguir» designa prácticamente en los cuatro evangelios el seguimiento de un discípulo detrás de su maestro.
[d]El escritor establece un claro contraste con la escena de Lázaro, en la manera como éste salió del sepulcro: «salió el difunto atado de pies y manos con vendas y su cara envuelta con un sudario» (Jn 11,44); en el caso de Jesús, las mismas «sábanas» que habían servido para envolver el cuerpo de Jesús servirán ahora para prepararle el tálamo nupcial; en cambio, el «sudario» que habían puesto sobre su cabeza, estaba ahora envolviendo por completo el Templo.
[e] El último semi-versículo (20,11a): «Pero, María, estaba de pie cerca del sepulcro, a fuera, y estaba llorando» no se leerá en la lectura dominical, pero forma parte de la secuencia, como también la inicial (19,42) que, en buen griego, es inseparable de su versículo correspondiente: «Allí, como era el día de preparación de los Judíos y como estaba cerca del sepulcro, pusieron a Jesús.»



