
(024 421 734) Jn 15,1-8 Códice Beza
15,1 Yo soy la vid verdadera y mi Padre es agricultor.[a] 2 Todo sarmiento que en mí no lleva fruto, lo corta, y todo el que es portador de fruto, lo poda para que lleve más fruto. 3 Vosotros ya estáis limpios[b] gracias a la Palabra que os he proclamado. 4 Permaneced en mí y yo en vosotros: así como el sarmiento no podría dar fruto por sí mismo, si no permaneciera en la vid, así tampoco vosotros, si no permaneciéreis en mí. 5 Yo soy, en efecto, la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto, porque sin mí no podéis hacerlo. 6 Si alguno no permanece en mí, será echado fuera como el sarmiento y se secará; recogen el sarmiento y lo echan al fuego, y se quema. 7 En cambio, si permaneciéreis en mí y mis palabras permanecieren en vosotros, lo que deseéis, pedidlo, y se cumplirá. 8 En esto mi Padre será glorificado, en que llevéis mucho fruto y os convirtáis en discípulos míos.[c]
Yo soy la vid verdadera y vosotros los sarmientos
El pasaje que comentamos este quinto domingo de Pascua nos sitúa en plena naturaleza. Jesús emplea unos términos que son muy familiares a todos los habitantes de la cuenca Mediterránea. De pequeño, cuando se leía en misa este pasaje, ya me preguntaba qué diferencia había entre la vid y los sarmientos: están tan íntimamente unidos que se me hacía difícil concebirlos por separado. La vid es la cepa de la viña, con las raíces; los sarmientos son sus ramas. Jesús asume el título divino impronunciable para los judíos: «Yo Soy la vid verdadera y mi Padre es agricultor.» El Padre de Jesús trabaja la tierra que creó, como lo hace un «agricultor». He conservado el término genérico para que no se pierda la conexión con la tierra. Como un buen viñador, el Padre de Jesús «talla todo sarmiento que no lleva fruto en él», en Jesús, y «poda», a su tiempo, todo aquel sarmiento «que es portador de fruto, para que lleve más fruto». De aquí que Jesús pueda decir a sus discípulos: «Vosotros ya estáis limpios gracias a la Palabra que os he proclamado.» El Padre ha utilizado el mensaje de Jesús para hacer limpieza. Acto seguido Jesús invita a sus discípulos de forma imperativa: «Permaneced en mí y yo en vosotros» y lo motiva a continuación apoyándose en la parábola: «Así como el sarmiento no podría dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.» A continuación da la explicación: «Yo Soy, en efecto, la vid, vosotros los sarmientos.» Solo hay dos opciones posibles. En positivo: «El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva fruto, porque sin mí no podéis hacerlo.» En negativo: «Si alguno no permanece en mí, será echado fuera, como el sarmiento, y se secará; recogen el sarmiento y lo tiran al fuego, y se quema.» Jesús y su Padre dejan que el trabajo bruto lo hagan las circunstancias y los seres humanos. Los buenos discípulos tienen la confianza de que se cumplirá todo aquello que quieren y pidan. Los frutos que vayan aportando redundarán en gloria de Dios.
Comentario bíblico:
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista
[a] A excepción de los códices Beza y Sangalensis, todos los otros manuscritos retienen el artículo delante de geôrgos, «agricultor» (persona que trabaja la tierra), de donde por el contexto «viñador/viticultor» (persona que cultiva la viña).
[b] El mismo término griego, kathairei/katharos, designa la poda y la pureza. Ver Jn 13,10: «El que se ha bañado, no tiene necesidad de lavarse la cabeza, sino los pies tan solo, porque está limpio del todo: y vosotros estáis limpios, pero no todos».
[c] Jesús había manifestado ya este deseo a sus discípulos en la primera parte del Discurso de despedida: «Y todo aquello que pidiéreis en mi nombre, yo lo haré, a fin de que sea glorificado el Padre en el Hijo. Todo lo que pidiéreis en mi nombre, lo haré yo» (Jn 14,13-14); más tarde, en vista de la incomprensión de sus discípulos, tendrá necesidad de insistir en los mismos términos: «No sois vosotros los que me habéis escogido, soy yo quien os he escogido y os he destinado para que vayáis vosotros y llevéis fruto, y que vuestro fruto permanezca, a fin de que todo aquello que pidiéreis al Padre en mi nombre, él os lo conceda» (15,16); finalmente, en la llamada «Oración sacerdotal», aún lo recalcará: «En verdad, en verdad os digo, si pidiéreis algo al Padre en mi nombre, os lo concederá. Hasta el momento presente no habéis pedido nada en mi nombre: pedid y recibiréis, a fin de que vuestra alegría sea completa» (16,23-24).



