El Códice Beza, uno de los manuscritos más antiguos de los Evangelios
El Códice Beza es uno de los manuscritos más antiguos que contienen el texto evangélico, pero debido al hecho de que contiene variantes que se distancian con frecuencia de la mayoría de manuscritos importantes, en las ediciones críticas modernas sus singulares lecciones suelen ser relegadas al aparato crítico.
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Se considera que se trata de un texto degradado, cuando al contrario se habría de conceptuar como un texto más arcaico que la mayoría de manuscritos, porque se mantuvo aislado en una determinada región, muy poco influenciado por el texto usual en las grandes iglesias, un tipo de endemismo. De hecho, muy frecuentemente las variantes que presenta este texto griego son avaladas por las antiguas traducciones latinas, siríacas, siro-palestinenses y coptas, versiones realizadas sobre códices griegos a finales del siglo II y principios del III. El Códice Beza es uno de los 300 manuscritos Unciales, escritos con letras mayúsculas, a diferencia de los posteriores manuscritos Minúsculos o cursivos (más de 3.000). Se le ha asignado la sigla D y se le ha catalogado en el quinto lugar (05), datado a finales del siglo IV o comienzos del V. Los más antiguos serían el Sinaítico (א 01) y el Vaticano (B 03) de mediados del siglo IV, si prescindimos de los Papiros, que se trata de otra historia. Tiene la particularidad de ser uno de los raros códices bilingües, griego y latino. Para favorecer la comparación, está dividido en breves esticos1 breves de sentido. En un principio, los esticos eran brevísimos y figuraban en dos columnas en el mismo folio; posteriormente se fusionaron los esticos y se dispusieron en dos folios adyacentes: a la izquierda, en la página de honor, el texto griego, y a la derecha, la traducción latina, muy literal. Contiene los cuatro evangelios, pero en un orden más primitivo que el actual, Mateo, Juan, Lucas y Marcos; en el centro constaban probablemente las Cartas Católicas (tan solo se ha conservado el último folio de la Tercera de Juan), a continuación transcribe los Hechos de los Apóstoles, que quedan truncados en el capítol 23. Ignoramos si contenía otros escritos.
El nombre de Códice Beza le viene del teólogo y biblista protestante, Théodore de Bèze (* París 1519 – † Ginebra 1605), amigo íntimo de Calvíno, el cual desde Ginebra lo hizo rescatar del Cenobio de San Ireneo, cuando en el año 1562 los Hugonotes saquearon la ciudad de Lión e hicieron grandes destrozos, demolieron la catedral de San Juan y profanaron la cripta del Cenobio de San Ireneo donde se veneraban probablemente las reliquias2 del santo y donde además se conservaba este antiquísimo códice. Théodore de Bèze, que era el capellán de la armada protestante, se lo hizo llevar a Ginebra. Después de estudiarlo durante unos años y cotejarlo con otros manuscritos griegos, al comprobar que aquel tipo de texto podría ofender a alguien, lo regaló a la Biblioteca de Cambridge para que lo guardasen bajo ‘siete cerrojos’, donde se encuentra aún hoy día. De aquí le viene el nombre de Codex Bezae Cantabrigiensis. Actualmente no se puede consultar directamente, pero han hecho una edición fotográfica en color a disposición de los estudiosos. A nosotros, Jenny Read-Heimerdinger y a mí, aún nos fue posible consultarlo y tenerlo a la mano durante unas horas. Es un pergamino finísimo, casi cristalizado, con un texto escrito en letras mayúsculas, todo seguido, sin separación de palabras ni puntuación de ningún tipo, a no ser algunas trazas de la primitiva disposición de los esticos, unos puntitos en el medio o espacios en blanco que señalan el trazado de la primitiva copia.
Sus orígenes se pueden remontar al primer tercio del siglo ii, cuando un grupo de misioneros del Asia Proconsular y de Frigia (al este y nordeste de la actual Turquía), con la ciudad de Éfeso donde había una comunidad joánica muy importante, movidos por el Espíritu resolvieron abrir un nuevo campo de misión en un lugar aún virgen y escogieron las Galias, en concreto las ciudades de Lión y Vienne. El ejemplar de los evangelios que se llevaron consigo fue traducido de inmediato al latín para el uso litúrgico y se fue copiando paralelamente con el griego original hasta dar origen, a finales del siglo IV, al actual Códice Beza. En la feroz persecución del año 177 el primer obispo de las Galias, Potino (Ποθεινός, el Deseado), murió en la prisión a los 90 años y le sucedió, hacia el año 178, el hasta entonces presbítero Ireneo (Εἰρηναῖος, el Pacificador), originario de Esmirna (al norte de Efeso), quien probablemente ya formaba parte de aquella comunidad desde los inicios y que llegó a ser el segundo obispo de las Galias (no propiamente de Lión, como se le designa erróneamente hoy día). Los supervivientes de la gran persecución redactaron una larguísima carta comunicando a las comunidades de Asia y Frigia lo que había pasado y relatando los diversos martirios. Esta carta, el historiador Eusebio de Cesarea nos la ha conservado enteramente en griego en su Historia Eclesiástica (libro V 1–4). Como ya he apuntado, el códice que se llevaron los misioneros apenas recibió influencias de las grandes iglesias del arco mediterráneo y dio origen, como segunda o tercera copia del ejemplar primitivo, a nuestro Códice Beza (D 05), en el cual se han podido identificar una serie de correcciones llevadas a cabo por correctores autorizados, 19 en concreto, desde el corrector DG (circa 400), probablemente el autor de la primera mano (Dpm), pasando por una primera serie de correctores DA DB DC DD DE DF DH DJ’ (entre 400-500), una segunda serie DJ DM1/M2 DL (550-600) y una última serie DI DM DM* DN DO DO2 (550-650), sin contar las raspaduras y otras correcciones no identificables de segunda mano (Dsm). La gran mayoría de las correcciones son armonizaciones con el texto mayoritario. Si se hubiera hecho una nueva copia, el texto resultante se asemejaría mucho al texto alejandrino de los códices Vaticano y Sinaítico a partir de los cuales se han hecho las ediciones críticas modernas. La página latina (d 5) ha sufrido aún más la influencia de les antiguas versiones latinas vecinas, llamadas Ítala (it, siglos II-III), anteriores a la Vulgata de Jerónimo (vg, siglo IV).
En muchas de las lecciones propias del Códice Beza (sigla D) se puede apreciar aún ahora la perspectiva judía que se ha ido difuminando hasta perderse casi del todo en el texto alejandrino, una historia vista con ojos judíos. Para ilustrarlo, pondré unos ejemplos sacados de la obra de Lucas, escrita en dos volúmenes, Evangelio y Hechos de los Apóstoles, pues es en la obra lucana donde mejor se aprecian las variantes entre el texto usual, el texto alejandrino, y el texto del Códice Beza, mal llamado «texto occidental».
En los Hechos de los Apóstoles, Lucas se presenta él mismo como un rabí judío de habla griega, un helenista, natural de Antioquia de Pisidia: «Desde Perga (Pablo y Bernabé) continuaron atravesando y llegaron a Antioquía de Pisidia, y habiendo entrado en la sinagoga, la nuestra, en día de sabath se sentaron…» (Hch 13,14 D). Lucas habría sido compañero de Saulo durante su formación en la Escuela de Gamaliel en Jerusalén, como nos lo da a entender él mismo al presentar la intervención de Gamaliel, un fariseo, miembro del Sanedrín, haciendo un alegato muy favorable de los apóstoles: «En lo relativo al caso presente, son hermanos, os lo digo: alejaos de estos hombres y dejadlos en paz, sin contaminar vuestras manos; porque si fuera de hombres este plan o esta empresa, será destruido; pero si es de Dios, no podréis destruirlos, ni vosotros ni reyes ni tiranos. Apartaos, pues, de estos hombres, no sea el caso de que os encontréis luchando contra Dios» (Hch 5,34-39 D). Como compañero de Pablo, durante la segunda fase de la misión al paganismo, después que Bernabé hubo roto con Pablo y hubiera recomenzado la misión, acompañado del evangelista Marcos, en el punto de partida, Chipre (15,39), Lucas marca con la presencia del grupo «nosotros», el grupo guiado por el Espíritu Santo (ver 13,4) al cual él se siente plenamente vinculado, cuando está de acuerdo y, con su ausencia, cuando está en desacuerdo con la manera como Pablo lleva la misión según su criterio. Tenemos una última muestra, muy elocuente, en el último episodio del libro: «Cuando nosotros llegamos a Roma…, a Pablo le fue permitido permanecer fuera de la cárcel, con un soldado que lo vigilaba» (28,16). Ya no volverá a hablar de la presencia de «nosotros». Pablo convocará a los principales de entre los judíos de Roma que «se encontraron con él en la hospedería» y tratará de convencerlos «desde la mañana hasta la tarde» que Jesús era el Mesías, rechazado por Israel. «Estando en desacuerdo entre ellos, ya se separaban, cuando Pablo pronunció una sola sentencia» dando por primera vez la razón al Espíritu Santo (28,17-29). Y Lucas concluye su Demostración a Teófilo haciéndole saber que «Pablo permaneció un bienio entero en la casa que tenía alquilada… Acogía a todos… enseñaba cuanto se refiere al Señor Jesús, con valentía, sin ningún tipo de obstáculo» (28,30-31).
Lucas, después de presentar a Teófilo, en el primer volumen que le dirigió (el Evangelio), la persona y el mensaje de Jesús, tiene un especial interés en mostrarle que los mismos problemas que tiene él para aceptar, después de todo lo que sucedió, que Jesús fuese realmente el Mesías de Israel, los tuvieron también los discípulos de Jesús, a pesar de haber convivido largamente con él. De aquí que, en el segundo volumen (Hechos de los Apóstoles), se preocupe sobre todo de aquellos personajes que más dificultades tuvieron para llegar a comprender el proyecto de Jesús y que, por tanto, le hable de ellos largamente y, al contrario, se limite a mencionar brevemente a los que lo comprendieron desde el principio o simplemente los silencie. Tenemos un ejemplo muy aleccionador en el seguimiento que hace de la persona de Simón Pedro, el líder indiscutible de los Doce. En el primer volumen, casi siempre que aparecen sus reacciones son tildadas de forma negativa o contrarias al pensamiento de Jesús. En el texto alejandrino se han limado muchas de estas asperezas, con el fin de hacerlo aparecer como el gran líder de la iglesia primitiva. Tenemos un ejemplo palpable en la llamada de los primeros discípulos. Lucas, a pesar de seguir de cerca a Marcos, evita mencionar a Andrés como pescador y se fija en la persona de Simón. Jesús ha querido poner a prueba su liderazgo ávido de reclutar adeptos para hacer un alzamiento contra los romanos. Hasta ahora no había tenido éxito («Maestro, durante la noche entera, a pesar de habernos fatigado, no hemos cogido nada»). Simón interpreta ahora que Jesús le ha dado una orden imperiosa: «¡Retírate hacia las aguas profundas!, y echad vuestras redes para captura» y que ha de obedecer: «pero, en vista de tu orden, no rehusaré en absoluto de obedecer». La intentona ha resultado un fracaso inesperado: «Atraparon de peces una masa enorme, hasta el punto de romperse las redes» y ha puesto en riesgo tanto su barca como la de sus socios, Santiago y Juan que habían acudido a socorrerles: «Llegaron y llenaron ambas barcas, hasta el punto por poco de hundirse.» Simón se siente poseído por la orden de Jesús y lo conjura: «Te lo suplico, sal de mí que soy un hombre pecador, ¡Señor!». Jesús desiste de llamar a Simón e invita a Santiago y a Juan para que dejen de ser «pescadores de peces» (Lc 5,1-11 D).
En el segundo volumen (Hechos) hará una amplia exposición de la personalidad de Pedro y no dejará de hacerle un seguimiento particularizado, hasta que Pedro tome consciencia de que fue Jesús quien le liberó de la prisión/Templo que lo retenía encadenado y, «después de bajar los siete escalones» del Templo que conducían a la ciudad, llame tres veces a las puertas de la comunidad de María, la madre de Juan Marcos, puerta custodiada por la sirvienta Rosa: «Cuando finalmente entró, les contó como el Señor lo había sacado de la prisión y añadió: “¡Informad a Santiago y a los hermanos de todo esto!”», sin ni tan solo dignarse en ir él personalmente. «Y habiendo salido, se fue a otro lugar.» Lo que representa la abdicación de Pedro y su éxodo definitivo fuera de la institución presidida per Santiago, el hermano del Señor, quien ya en ese momento le había suplantado (Hch 12,1-17 D).
El Códice Beza es un tesoro que contiene una cantidad ingente de lecciones peculiares que la mayoría de biblistas menosprecian o incluso ignoran, como lo demuestra el hecho que buena parte de ellas han quedado relegadas al aparato crítico o sencillamente silenciadas en las ediciones críticas modernas de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles.
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[1] estico En un manuscrito, línea de escritura de medida preestablecida.
[2] Los cuerpos de los mártires, según Eusebio, «fueron quemados y reducidos a ceniza y arrojados al río Ródano, que pasa por allí cerca, ni siquiera sus reliquias fuesen ya visibles sobre la tierra» (Historia Eclesiástica, libro V 1,62).