
(687 531) Jn 3,16-18 Códex Beza
3,16 «Así ha amado Dios al mundo hasta el punto de dar al Hijo unigénito, a fin de que todo aquel que le da la adhesión no se pierda, sino que tenga vida eterna. 17Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para que juzgase al mundo, sino para que el mundo se salvara por medio de él. 18Por eso[1]quien le da la adhesión no es juzgado; en cambio, quien no le da la adhesión ya está juzgado, porque no ha dado la adhesión a la persona del unigénito Hijo de Dios.»
Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para salvarlo
Al término del diálogo de Jesús con Nicodemo, el autor del escrito ha insertado un monólogo donde glosa la íntima relación que tenía Jesús con el Padre en cuanto Hijo unigénito de Dios. Considero que es un tema muy adecuado para hablarlo este domingo de final del ciclo pascual dejando de lado todo tipo de especulaciones trinitarias o cristológicas, para centrarnos en el tema de la salvación del mundo, en una teología que sea liberadora para todas las personas que lo habitan. Jesús de Nazaret encarna el proyecto que Dios tenía pensado desde siempre para la humanidad. Desde el momento en que tomó consciencia, cuando salió del rio Jordán, la fue activando hasta llevarla a plenitud en el Gólgota. Constituido así «Hijo unigénito de Dios», nos ha revelado la intimidad del Padre que nos da la opción de «llegar a ser hijos de Dios» a todos los que libremente lo acogemos en nuestra vida y que hemos «nacido de Dios», exactamente como él, el Hijo del hombre. El autor de este escrito es reacio a las especulaciones sobre el Juicio final que tanto angustiaban a las primeras comunidades paulinas y que hasta no hace mucho solía ser aún un tema ineludible para los predicadores cuaresmales. Es muy categórico en este punto: «Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para que juzgase al mundo, sino para que el mundo se salvara por medio de él» de todas las formas de poder religioso, político, económico o social que lo esclaviza y lo reduce a un número; más aún, parte de la convicción de que el juicio ya ha tenido lugar: «Por eso —continúa— quien le da la adhesión no es jugado; en cambio, quien no le da la adhesión ya está juzgado, porque no ha dado la adhesión a la persona del unigénito Hijo de Dios.» El Códice Beza (en cursiva) lo considera como una consecuencia de la afirmación precedente. No es preciso que sea una adhesión consciente, sino, eso sí, bien auténtica, de persona a persona, acogiendo el proyecto de Dios sobre el ser humano, empezando por el respeto total a la creación y a todos los seres que en ella conviven.
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista
[1] Tan solo el Códice Beza, y aún tan solo en la pág. latina (la griega falta aquí) conserva el enlace, Propter hoc, «Por eso», de este inciso con el precedente, como una consecuencia de la afirmación precedente. Que no haya ningún Juicio final es consecuencia del hecho de que Dios no envió a su Hijo como juez, sino como salvador/liberador del mundo. Esta idea ya la había desarrollado anteriormente nuestro autor, ante la incredulidad de los judíos: «Si alguien escucha mis palabras y las guarda, yo no le juzgo, pues no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza y no acoge mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésta lo juzgará en el último día» (Jn 12,47-48).





