
(681 525) Lc 24,13-35 Códice Beza
24,13Había dos que se iban del grupo[1], aquel mismo día, hacia una aldea que distaba sesenta estadios de Jerusalén, de nombre Ulammaús.[2] 14 Conversaban entre ellos sobre todos estos sucesos.
15 Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos. 16Sus ojos estaban retenidos, de modo que no lo reconocían. 17Él dijo: «¿Cuáles son estas palabras que os intercambiáis entre vosotros mientras camináis abatidos?». 18Replicó uno de ellos que tenía por nombre Cleopás[3] y le dijo: «¿Tú eres el único forastero en Jerusalén? ¿No te has enterado de lo que ha ocurrido estos días?». 19 Él le preguntó: «¿De qué?». «El caso de Jesús el Nazoreo,[4] que fue un hombre profeta poderoso de palabra y de obra ante Dios y ante todo el pueblo: 20 como a éste lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros dirigentes para que fuera sentenciado a muerte, y lo crucificaron. 21Nosotros, sin embargo, esperábamos que él sería el que había de liberar a Israel. Mientras que ahora, además de todo eso, hace ya tres días con el de hoy desde cuando han pasado estas cosas. 22 Y, lo que es más, algunas mujeres nos han aterrorizado: fueron muy de mañana al sepulcro 23 y, no habiendo encontrado su cuerpo, han vuelto diciendo haber visto una aparición de ángeles, que aseguran que él vive. 24Han ido algunos de los nuestros al sepulcro y lo han encontrado talmente como habían dicho las mujeres; pero a él no lo hemos visto.»[5] 25 Él, empero, les reprochó: «¡Oh insensatos y lentos de corazón en relación con todo aquello que anunciaron los Profetas, 26 a saber, que tenía que padecer todo esto el Mesías y así entrar en su gloria!». 27Y empezó, a partir de Moisés y todos los profetas, a interpretarles en las Escrituras lo que se refería a él. 28Mientras tanto, se acercaron a la aldea a donde se dirigían; y él fingió ir más allá. 29Ellos le presionaron diciendo: «Quédate con nosotros que al atardecer ha declinado ya el día.» Y entró para quedarse en compañía de ellos.
30Sucedió que, cuando estaba él reclinado a la mesa, tomando un pan pronunció la bendición y lo compartió con ellos. Al tomar ellos el pan de sus manos, 31 se les abrieron los ojos[6] y lo reconocieron; él desapareció de su vista. 32Ellos, se dijeron entre sí: «¿No estaba nuestro corazón completamente velado,[7] mientras nos hablaba por el camino, cuando nos abría las Escrituras?». 33Se levantaron entristecidos[8] y, en aquel preciso instante, regresaron a Jerusalén; encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos 34 y les referían:[9] «Realmente se ha levantado el Señor y se ha aparecido a Simón.» 35 Y ellos mismos contaban lo que había ocurrido por el camino y que se les había dado a conocer en la fracción del pan.
¿Emaús o Ulammaús, el antiguo nombre de Betel?
Empezando por el nombre «Ulammaús», y no el archiconocido «Emaús», toda la escena suena de otra forma si la leemos siguiendo la versión que nos ofrece el Códice Beza. Los cambios que se han ido introduciendo en las sucesivas copias que se han ido intercambiado las grandes iglesias del arco mediterráneo, presentan la escena en términos muy positivos, que ocultan una serie de rasgos muy críticos que Lucas intencionadamente le habría imprimido. Desde nuestra toma de conciencia moderna, donde la razón todo lo domina, leemos con mentalidad racional escritos del primer siglo donde todavía predominaba la conciencia mítica. De aquí que, a partir de nuestras sofisticadas técnicas de interpretación, hayamos llegado a convencernos de que lo hemos entendido, sin habernos sumergido en el lenguaje mítico que empleó Lucas. La escena nos recuerda la huida de Jacob después de que se apoderase fraudulentamente de la primogenitura de su hermano Esaú. Ulammaús era el antiguo nombre de Betel, del Santuario del norte que Jacob plantó durante su huida de las iras de su hermano, a partir de la piedra que le había servido de cabezal y había plantado y consagrado ungiéndola con aceite (leed Gn 27,10-19). Nuestros dos discípulos – uno de ellos sería Simón bajo el pseudónimo de Cleopás – huían de Jerusalén después de lo que había ocurrido. Jesús les ha salido al encuentro e intenta recuperarlos. A pesar de que se les abrieron los ojos y lo reconocieron al tomar ellos el pan de sus manos, se levantaron entristecidos ya que, mientras Jesús hacía el camino con ellos, su corazón estaba completamente velado cuando les abría el sentido de las Escrituras. No han entendido la aparición de Jesús a guisa de un forastero que se les ha acercado y se ha puesto a caminar con ellos, si bien se han dado cuenta, mientras compartían el pan, de que Jesús había resucitado. Cuando desaparece de nuevo, piensan que lo han perdido para siempre. En todos los relatos de apariciones de Jesús encontramos incoherencias, miedos, incredulidad. Nosotros lo hemos suplido con grandes manifestaciones gloriosas. Pero, entonces, no podemos reconocer su presencia constante caminando a nuestro lado.
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista
[1] El texto usual dice simplemente: «Y he aquí que dos de ellos», mientras que según el Códice Beza, estos «dos que se iban del grupo», se han separado del grupo de los discípulos.
[2] En lugar de este nombre, presentado como un nombre propio, «de nombre Ulammaús», el texto usual lo suple por un seudónimo, «que tenía por nombre Emaús». «Ulammaús» se señala en Gn 28,19 lxx, como el antiguo nombre de Betel. Según esto, los dos discípulos, decepcionados por lo que había pasado, estarían rehaciendo el camino de Jacob —quien, después de haberse apoderado fraudulentamente de la bendición que correspondía a su hermano Esaú, tuvo que huir lejos de él (Gn 27–28). Así también, los discípulos de Jesús, que le habían traicionado/negado, huyen lejos de Jerusalén cuando vieron las consecuencias.
[3] Según el texto usual, se trataría de un nombre real, «de nombre Cleopás», mientras que el Códice Beza y otros muchos manuscritos lo presentan como un seudónimo, «que tenía por nombre Cleopás».
[4] El Códice Beza ciñe la pregunta de Jesús, en sg., a Cleopás: «¿De qué?» y, a continuación, sin introducir la respuesta de Cleopás, prosigue asindéticamente refiriendo lo que pasó. El texto alejandrino formula la pregunta en pl., refiriéndola a los discípulos, y de inmediato introduce la respuesta: «El les preguntó: “¿Que ha pasado?”. Ellos, empero, le dijeron: “El caso de Jesús el Nazareno…”»
[5] Según el Códice Beza, Cleopás acaba su relato de una manera sorprendente diciendo en nombre del grupo: «a él no lo hemos visto» (primera persona pl.); en cambio, según el texto alejandrino, los discípulos de Emaús lo refieren a otros: «a él no lo han visto» (tercera persona pl.).
[6] El texto alejandrino dice simplemente que «se les abrieron los ojos», sin ponerlo en relación con la acción de tomar el pan de las manos de Jesús, que omiten.
[7] El texto alejandrino los califica positivamente: «¿No estaba nuestro corazón abrasado, mientras nos hablaba por el camino?».
[8] Consecuente con la manera positiva tal como los acaba de presentar, el texto alejandrino omite «entristecidos», como ya había hecho en la escena de la presencia del niño Jesús en el Templo (Lc 2,48), privándonos de una marca que permite, entre otras, relacionar ambas escenas. Las variantes de Beza en esta escena presentan a los discípulos sin que hayan asimilado la aparición del Resucitado; se han dado cuenta, sí, mientras compartían el pan con él, que había resucitado, pero cuando desaparece de nuevo, piensan que lo han perdido verdaderamente, puesto que aún no habían llegado a entender la enseñanza que Jesús, según este manuscrito, apenas había iniciado (ver v. 32: «¿No estaba nuestro corazón completamente velado, mientras nos hablaba por el camino, cuando nos abría las Escrituras?»).
[9] Según el Códice Beza, son los mismos discípulos de Ulammaús los que hablan (participio pr. en nominativo pl.). Según esto, bajo el seudónimo de Cleopás (notad la asonancia con el sobrenombre arameo de Pedro, Kefás, de Jn 1,42), se escondería su nombre real, Simón.





