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Mt 20,1-16

Foto: luca-j-j00SbZ2m0QY-unsplash

(702 546) Mt 20,1-16 Códice Beza

20,1Se asemeja el Reino de los cielos a un hombre dueño de la casa que salió de buena mañana a contratar trabajadores para su viña. 2Habiendo convenido con los trabajadores por un denario al día, los envió a su viña. 3 Al pasar, hacia la hora tercia encontró a otros que estaban en la plaza parados. 4También a estos les dijo: «Id también vosotros a la viña, y lo que sea justo os lo daré.» 5 Ellos se fueron. Nuevamente, habiendo salido hacia la hora sexta y nona, hizo lo mismo. 6Hacia la undécima salió y encontró a otros que estaban allí y les dice: «¿Por qué estáis aquí todo el día parados?». 7Le responden: «Es que nadie nos ha contratado.» Les dice: «Id también vosotros a mi viña.» 8 Cuando se hizo oscuro, dice el señor de la viña a su administrador: «Llama a los trabajadores y págales el jornal comenzando por los últimos hasta los primeros.» 9 Llegaron, pues, los de la undécima hora y recibieron un denario cada uno. 10Cuando llegaron los primeros, se pensaban que cobrarían mucho más, pero recibieron también ellos un denario cada uno. 11Al recibirlo, murmuraron contra el dueño de la casa 12 diciendo: «Estos, los últimos, no han hecho más que una hora, y los has hecho igual a nosotros, los que hemos soportado el peso del día y el calor.» 13Pero él contestó a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No has convenido conmigo en un denario? 14Toma lo que es tuyo y vete. Quiero, sin embargo, dar al último ese lo mismo que a ti. 15 ¿No me es posible[1] hacer lo que quiero con mis cosas? ¿O va a ser malo tu ojo porque yo soy bueno?». 16Así, los últimos serán primeros, y los primeros, últimos. Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos.[2]

Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos

La parábola de los trabajadores de la viña está enmarcada por la misma máxima: «Los últimos serán primeros y los primeros últimos», repetida al final de la secuencia del hombre rico y al final de la parábola. Pero el Códice Beza y la gran mayoría de manuscritos conservan otra máxima puesta como conclusión. Yo la he puesto como título de la homilía, contra el parecer de la mayoría que considera que ha sido tomada de Mt 22,14, pero no como conclusión de la parábola, sino de todo el grupo de enseñanzas que Jesús acaba de impartir a sus discípulos (19,3–20,16). A continuación, Jesús emprenderá la subida a Jerusalén. De hecho, son máximas del judaísmo que Jesús ha hecho suyas, y esta última es el remate. Jesús utiliza con frecuencia, según Mateo, el género parabólico, porque ya se entiende de por sí. La viña es figura de Israel y «el dueño de la casa», de Yahveh. Pero Mateo lo compara con «un hombre dueño de la casa», «el señor de la viña», y subraya su magnificencia y el hecho de que «la recompensa por el trabajo que han hecho en la viña es igual para todos, un denario cada uno.» No se debe interpretar la parábola, como hacemos frecuentemente, juzgando la actitud «del dueño de la casa» según nuestros criterios crematísticos, preguntándonos si es justo o no lo que él hace: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No has convenido conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero, sin embargo, dar al último ese lo mismo que a ti.» ¿No será nuestro «ojo», nuestra mirada pervertida por la so­ciedad de consumo, el que es «malo»? Deberíamos ser más prudentes cuando hablamos de Dios y de su manera de obrar, pues invierte nuestra escala de valores: «Los últimos serán primeros y los primeros últimos.» Nos hemos hecho un dios a nuestra medida, omnipotente como lo son nuestros poderosos. Jesús pone letra a las mociones del Espíritu de Dios a partir de la experiencia que tuvo en el Jordán, en pleno desierto. De aquí que ponga con frecuencia delante de los discípulos, que solo piensan en grandezas, «al criadito» que servía y que él ponía en el medio de los Doce y lo hacía sentar a la mesa.

Josep Rius-Camps
​Teólogo y biblista


[1] Tan solo el original del Códice Beza conserva la construcción impersonal griega simple (estin moi) que significa posibilidad: «¿No me es posible hacer…?», mientras que todos los otros manuscritos, incluido el cor­rector de Beza, usan la compuesta (exestin moi) que básicamente significa licitud: «¿No me es licito hacer…», si bien se puede traducir también por posibilidad: «¿No puedo hacer…?».

[2] Omiten este semiversículo (v. 16b) los códices Vaticano y Sinaítico y algunos otros, pero constaba en la mayoría de manuscritos griegos y en todas las versiones antiguas en latín, siríaco y copto. Los editores de la última edición crítica de Mateo lo han omitido también ellos en el texto, al considerar que ha sido tomado de Mt 22,14.

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