
(685 529) Mt 28,16-20 Códice Beza
28,16Los Once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había ordenado. 17Al verlo, le adoraron; pero algunos, dudaron. 18Acercándose a ellos, Jesús les habló diciendo: «Me ha sido dada plena autoridad en los cielos y sobre la tierra. 19Id ahora,[1] haced discípulos míos[2] en todas las naciones[3] después de bautizarlos en el nombre del Padre y el Hijo y del Espíritu Santo,[4] 20 enseñándoles a guardar todo lo que yo os he prescrito. Y he aquí que Yo Soy en compañía de vosotros día tras día, hasta el fin del mundo.
El monte Sinaí y el monte innominado de Jesús
Por la fiesta de la Ascensión leemos el final de Mateo. Jesús había prometido a sus discípulos, cuando todavía eran Doce, que después de su resurrección les precedería a Galilea (Mt 26,32) y se lo hizo recordar por medio de las mujeres a quienes se manifestó por primera vez (28,7.10). Pero ahora, después de la defección de Judas, tan solo son Once. Han perdido la representatividad que les había conferido sobre Israel. Finalmente, dudando algunos de ellos que realmente hubiera resucitado, acceden a irse a Galilea, «al monte que Jesús les había ordenado». Es la cuarta vez que Mateo menciona este «monte», siempre con el artículo referencial al Monte paradigmático del Sinaí (5,1; 14,23; 15,29, 28,16), pero deliberadamente innominado. La primera vez que se menciona, Jesús inaugura la enseñanza sobre el Reino de Dios, no basada en el Decálogo del Sinaí, sino en las bienaventuranzas. Las dos menciones intermedias tienen lugar en las dos multiplicaciones de los panes que sirvieron para saciar 5.000 y 4.000 hombres adultos (sin mujeres ni niños), respectivamente, y que movieron a Jesús a retirarse a «el monte» él solo, para evitar que le hicieran rey (Jn 6,21), la primera, o para curar todo tipo de achaques y enfermedades, la segunda. La última mención concluirá su presencia terrenal entre sus discípulos y servirá para mostrar a los Once el cambio radical de planes que ha concebido, a resultas de su fracaso como Mesías de Israel: a partir de ahora han de dirigirse a todas las naciones paganas y hacer discípulos en «el nombre» del Padre, del suyo y del Espíritu Santo, de un Padre cercano y familiar que ha derramado su Espíritu sobre la creación para que ésta le procure hijos e hijas, y no de un Dios omnipotente que inspira temor y dicta leyes. Los Once han de continuar las enseñanzas que él había iniciado en «el monte» de las bienaventuranzas, «enseñándoles a guardar todo lo que yo os he prescrito», y les asegura su presencia constante en medio de ellos.
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista
[1] El Códice Beza lo expresa en tono imperativo y, en lugar de la conjunción «pues», que presentan muchísimos manuscritos y el texto usual, conserva el adverbio «ahora», subrayando el tono de la orden terminante también en imperativo que hace Jesús a los Once: «Id ahora, haced discípulos míos en todas las naciones.»
[2] La lengua helenística tiene la tendencia, en su evolución, a usar verbos intransitivos como transitivos, como es el caso del verbo mathêteuein, «ser discípulo»,que ha pasado aser tomado en el sentido de «hacer discípulos» (Mt 12,52; 27,57; 28,19; Hch 14,21).
[3] El evangelista emplea el pronombre personal masc. pl., autous, aunque hace referencia a ta ethnê, neutro pl., porque tiene la mente puesta en las personas que conforman las naciones paganas.
[4] Es probable que esta fórmula bautismal refleje más bien el uso litúrgico que hizo más tarde la iglesia primitiva. En un principio, el bautismo se administraba, según recalca el Códice Beza (= D), «en el nombre del Señor Jesús Mesías» (Hch 2,38 D; 8,16 D; 10,48 D).





