
(32 0023) Lc 20,27-38 Códice Beza
Se acercaron entonces algunos de los saduceos —los que dicen que no hay resurrección— y lo interrogaron diciendo: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que, si el hermano de alguno muere sin hijos, habiendo tomado mujer, que tome su hermano su mujer y suscite descendencia a su hermano. Eran, en nuestro caso, siete hermanos. El primero que tomó la mujer murió sin hijos, y el segundo y el tercero; de forma semejante los siete no dejaron ningún hijo y murieron; finalmente también la mujer murió. En el momento, pues, de la resurrección, ¿de quién será mujer? Los siete, en efecto, la han tenido por mujer.» Dijo dirigiéndose a ellos: «Los hijos de este mundo son engendrados y engendran, se casan y son casadas,[i] pero los que sean estimados dignos de alcanzar el mundo futuro y la resurrección de entre los muertos ni se casan ni son casadas, porque ni a morir ya nunca llegarán, ya que son iguales a los ángeles para Dios,[ii] por el hecho de ser hijos de la resurrección. Pero que los muertos resucitan, Moisés lo muestra en el episodio de la zarza cuando llama “Señor” al “Dios de Abraham y Dios de Isac y Dios de Jacob” (Ex 3,6). Dios de muertos no lo es, sino de vivos, porque para él todos viven.»
Dios de muertos no lo es, sino de vivos, porque para él todos viven
El pasaje que comentamos hoy forma parte de un conjunto de escenas situadas en el recinto del Templo de Jerusalén, donde Jesús «estaba enseñando al pueblo y anunciaba la buena noticia» (Lc 20,1a). Los diferentes estamentos del Sanedrín se han ido sucediendo para cazarlo en alguna expresión comprometedora: primero los sumos sacerdotes y los escribas con los ancianos (29,1b); seguidamente los fariseos le envían unos espías para interrogarlo sobre el tributo al César (20,20); la envestida final corre a cargo de los saduceos que, como no creen en la resurrección, se inventan un caso de moral para ponerlo en ridículo, basado en la Ley llamada del «levirato» (Dt 25,5-6): «Maestro, Moisés nos dejó escrito que, si el hermano de alguno muere sin hijos, habiendo tomado mujer…» La casuística es conocida y el callejón sin salida que plantean a Jesús no tiene ninguna salida airosa. Jesús responde haciendo una clara distinción entre «los hijos de este mundo», padres, hijos, esposos y esposas, y «los que sean estimados dignos de alcanzar el mundo futuro y la resurrección de entre los muertos», quienes no tendrán necesidad de tener descendencia «porque a morir ya nunca llegarán, ya que son iguales a los ángeles para Dios». Beza subraya la duración eterna de esta forma de vida, la de los «hijos de la resurrección», que los iguala a los ángeles. Han traspasado las fronteras de la creación, superando todas las leyes de la física, transformados por el Espíritu de Dios. A continuación Jesús replica a los saduceos utilizando también un texto del Pentateuco, la única parte de la Escritura, la más antigua, que ellos aceptaban como normativa, igual que los samaritanos: «Pero que los muertos resucitan, Moisés lo mostró en el episodio de la zarza cuando llama “Señor” al “Dios de Abraham y Dios de Isac y Dios de Jacob” (Ex 3,6).» Forzando el orden de la frase, Lucas-Beza recalca que no se puede hablar de un «Dios de muertos», de una religión de muertos, dado que «para Dios todos viven», todos «los que sean estimados dignos de alcanzar el mundo futuro.»
Josep Rius-Camps
Teólogo y biblista
Traducido por: Carmen Martínez de Sas
[i] La expresión «los hijos de este eón/mundo» engloba tanto a los hijos que «son engendrados» como a los padres que les «engendran», de los cuales el texto alejandrino no hace mención, como también a los hombres que «esposan/se casan» y las mujeres que «son esposadas/casadas». La omisión podría ser debida al hecho de que a continuación, al referirse al mundo futuro, tan solo se menciona la segunda pareja.
[ii] El Códice Vaticano y los otros códices, con ligeras lecciones variantes, leen: «porque son iguales a los ángeles y son hijos de Dios».




